Helados Peña La Vieja, 45 años haciendo helados con raíces y sabor a Gran Canaria
Son cuatro generaciones unidas por el amor y el respeto al helado con sello de identidad canaria, algo que se ha ido perdiendo con el paso de los años Para todos aquellos que hemos nacido o nos hemos criado al abrigo de la Playa de Las Canteras desde los años 70 del siglo pasado, mencionar los Helados Peña La Vieja es llevarnos de la mano a los mejores recuerdos de nuestra infancia. Hoy, a punto de cumplir 45 años en esta ubicación inaugurada en 1979 y que se mantiene fiel a sus orígenes vamos a sumergirnos un poco en la apasionante historia que los Helados Peña La Vieja y su gente, esa que aunque no lo parezca porque el esnobismo de quienes escribimos o hablamos de gastronomía muchas veces nos invade, forman parte y mucho de nuestra historia y raíces gastronómicas, ya no de la ciudad, sino de la isla entera y de Canarias en general. Con motivo de la próxima celebración de la Feria Gran Canaria Me Gusta, donde como en los últimos años ellos se encontrarán presentes y serán uno de los puntos más visitados, aproveché para quedar con Davinia Santana, responsable comercial y nieta del gran maestro heladero que allá por el año 1949 empezó con este maravilloso mundo de los helados, para que me contara un poco más en profundidad las características de sus helados, el momento actual, el futuro pero también y muy importante, el ayer. “Somos cuatro las generaciones que ya formamos parte de la historia de Peña La Vieja, comenzando por mi abuelo que fue quien con el carrito, imagen de la casa además, ya vendía sabores de fresa, vainilla, turrón y chocolate por distintos puntos de la isla. Mi padre, Juan Pedro, sí que fue el que dio el paso adelante y montó todo lo que conocemos hoy como Heladería Peña La Vieja en 1979 tras formarse en Heladerías Beltrá, pero dejaré que eso te lo cuente él, que aunque está jubilado, pasa todos los días del año por el local antes de que abramos las puertas para dar el último visto bueno a todo”, me contaba entre orgullosa y sonriente Davinia Santana una hora antes de que el reloj marque las 12 del mediodía, momento en el que haga frío o calor, sol o lluvia, los amantes de los helados ya forman cola en el exterior del local. Hablar de esta casa es como hacerlo a la que siempre quieres volver, “mis padres vivían en Escaleritas y un año después de abrir el local nos trasladamos todos a vivir a Las Canteras y poco después nací yo, esa tradición es una de las cosas más bonitas que vivimos, valoramos e imprime fuerzas y ganas de continuar en darle un mejor servicio al cliente porque ves como los que eran niños de ayer crecen y te vienen primero con sus amigos, después con sus parejas y más adelante con sus hijos. Ahí es cuando dices ¡uau!, y son ellos los que te dicen que venían de niños aquí y esos recuerdos que tienen quieren que se transmitan a sus hijos de hoy y perduren en el mañana”. A eso le llamo yo historia y memoria gastronómica, esa que muchos sueñan con conseguir y muy pocos llegan a acariciar. “En el equipo de Peña La Vieja somos todos como una gran familia, tanto la que formamos de sangre mis hermanos, mi sobrina, mi padre y yo, como el equipo que lucha y comparte los sueños, esfuerzos y sentimientos que imprime tener un negocio tan artesano, pequeño y por qué no decirlo, sacrificado como el nuestro”, y es en ese momento en el que recapacito de algo en lo que no me había fijado en profundidad, en un momento como este, donde todas las heladerías tienen sus terrazas en la avenida para que el comensal se siente, donde muchas de ellas intentan y consiguen darle su toque personal a base de una decoración muy instagrameable, donde poner el sello de ‘Gelato italiano’ parece ser razón de una calidad extra, en la Peña La Vieja todo eso brilla por su ausencia. Ni se ha ampliado el local, ni hay terraza donde sentarse, ni se ha cambiado el interior. Todo sigue exactamente igual, salvando que ahora tienen unos pequeños paraguas/sombrillas para que cuando haga mucho sol la gente pueda usarlos mientras espera en la cola, nada más. “No te mentiré que a veces hemos pensado en ampliar el local o valorar la posibilidad de trasladarnos muy cerca de donde estamos, pero después siempre ha pesado más que esta es nuestra casa, que así nos ha ido bien y que el cliente nos quiere por nuestro producto, esto ha pesado mucho más que todo lo demás”. A esto yo reflexionaría sobre que tienen las mejores vistas y la mejor terraza del mundo, la Playa de Las Canteras, cada uno que elija su lugar en ella. Sobre los helados y sus creaciones son muy claros y exigentes, “usamos la mejor leche fresca posible, la mejor fruta y los mejores productos para hacer los helados de forma artesanal al ciento por ciento. Somos muy tradicionales cuando hay que serlo pero también nos gusta lanzarnos con creaciones más gastronómicas que están teniendo un gran éxito entre nuestra clientela, así como con los restaurantes que trabajan nuestros helados”. Pero recalca algo Davinia que me pide no deje atrás, “nosotros mimamos el helado, estamos enamorados y sentimos que estamos obligados no a vender el producto a un restaurante y olvidarnos de él, sino estar encima de que lo que llegue a la boca del comensal y que lleva nuestro nombre, se conserve y se le sirva al cliente como si estuviera aquí mismo. No ha sido ni es siempre tarea fácil, pero con el tiempo nuestros clientes profesionales lo han entendido como un valor añadido”, y ahí me viene directamente un producto que todos los que sean de Gran Canaria lo habrán visto o probado alguna vez en alguna visita a
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